URGENTE

Los militares controlan hasta el 40% de la economía local

Las rivalidades dentro del Ejército consolidan el poder de Mursi en Egipto

La crisis desatada en la península del Sinaí fue la excusa para acelerar un relevo inevitable. La profunda remodelación del Ejército egipcio, la mayor fuerza militar del mundo árabe, defenestró al todopoderoso mariscal de campo Husein Tantaui y consolidó el ascenso de unos generales de segundo rango más partidarios de evitar la confrontación política y regresar a los cuarteles.

"Ha sido un golpe de unos generales contra otros. Mursi supo aprovechar esas diferencias para ganarse la confianza de una nueva generación de militares", explica a ELMUNDO.es el analista Ammar Ali Hasan.

El ataque terrorista que el pasado 5 de agosto se cobró la vida de 16 soldados y policías egipcios arrojó a la luz pública las fallas de una cúpula castrense que monopolizó durante seis décadas la vida egipcia. El sangriento asalto a un puesto fronterizo dejó en muchos la certeza de que los uniformados habían sacrificado el control del territorio por la ambición política.

Cambio generacional

La existencia de rivalidades internas era un secreto a voces. Husein Tantaui, ministro de Defensa del derrocado Hosni Mubarak durante más de 20 años, era conocido entre los mandos intermedios como el "perrillo faldero" del dictador y su impopularidad había crecido al calor de las enormes diferencias salariales y la precaria formación de las tropas.

En ese contexto, Mohamed Mursi ha nombrado nuevos jefes para las Fuerzas Aéreas (Abdulmunaim Bayumi y Yunes Masri) y la Armada (Osama Gundi).

Solo una reducida élite castrense saca rédito de un imperio que controla hasta el 40% de la economía local. La desastrosa gestión de la transición, jalonada por violentos altercados y embrollos legales, hizo el resto.

"Es al menos la sexta vez en la historia moderna de Egipto en la que el Sinaí altera el destino de los principales generales y de la alta política", sostiene el politólogo Omar Ashur.

La estratégica península jugó la última carta de un pacto que el presidente egipcio, el islamista Mohamed Mursi, forjó con la "nueva sangre" de las Fuerzas Armadas. Uno de los hacedores del cambio generacional ha resultado ser su principal beneficiario: el nuevo ministro de Defensa Abdelfatah al Sisi.

El sucesor de Tantaui

El sucesor del septuagenario Tantaui, tiene 58 años y pertenecía a una desconocida retaguardia con afán de despachar a sus mayores.

"Al Sisi está convencido de que los militares deben regresar a los cuarteles y disminuir su perfil político. Como ex jefe de la inteligencia militar, posee amplia información sobre toda la institución", advierte Ali Hasan.

Según el analista de la Universidad de Georgetown Hisham Sallam, los dos agraciados por el relevo –Al Sisi y su asesor Mohamed al Assar- lideraron la rebelión contra Tantaui y el ex jefe del Estado Mayor Sami Anan.

El interés último era "anticiparse a un posible golpe" que aumentaría la confrontación con los Hermanos Musulmanes. La prensa afín a la vieja guardia –blanco ahora de los censores- había alimentado el ruido de sables con la convocatoria de una "marcha del millón" contra la cofradía islámica para el próximo 24 de agosto.

Un canal de televisión, nostálgico de la dictadura, llegó incluso a acusar en junio a Al Sisi de ser "la mano de los Hermanos en el Consejo Militar" e insinuó que su esposa llevaba niqab (la prenda que cubre todo el cuerpo salvo los ojos). Un comunicado posterior del Ejército negó tales informaciones.

Mursi, un nuevo faraón

El acuerdo, un cese de hostilidades entre militares e islamistas, permite la carambola de jubilar a los más hostiles con la mudanza democrática, finiquitar su supremacía y entregar al primer presidente salido de las urnas poderes "cuasi dictatoriales".

"Mohamed Mursi tiene la fortaleza de Ramsés II", reconoce Ali Hasan. La anulación de las declaraciones constitucionales promulgadas por la Junta Militar para contrarrestar la victoria de la Hermandad deja en manos de Mursi una peligrosa concentración de poder: Ostenta tanto la autoridad ejecutiva como legislativa y "tiene potestad para elegir a una nueva asamblea constituyente en caso de que los tribunales tumben la actual".

Mursi, no obstante, parece comprometido a mantener el calendario de un traspaso de poder que podría concluir antes de finales de este año.

Tras la ratificación de la Carta Magna, la repetición de las elecciones legislativas dará lugar a un nuevo Hemiciclo. La preocupación de la frágil oposición es que los Hermanos aprovechen su control del aparato estatal para consolidar aún más su hegemonía política.

Por su parte, la renovada savia del Ejército –se ha jubilado o cambiado a 7 de los 19 miembros del Consejo Militar- tiene el territorio asegurado. A cambio de su repliegue de la escena política, los islamistas se habrían comprometido a salvaguardar sus privilegios económicos, mantener el Consejo de Defensa Nacional -formado por civiles y militares- y garantizar cierto margen de acción en política internacional.

El fulminante otoño de los dos hombres clave de la cúpula militar estaría a salvo de cualquier ajuste de cuentes judicial por las violaciones de derechos humanos cometidas durante la transición. Su salvoconducto para una cómoda retirada es el irrelevante cargo de asesores presidenciales.

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