Catamarca 2001
La
veneración a la Pachamama es probablemente la más antigua
de las manifestaciones religiosas de la región andina
de América del Sur. Corresponde a una concepción en
que la Tierra es considerada un ser vivo sagrado, fundamento
de la existencia.
En
tiempos de los incas el centro divino cambió trasladándose
al Sol, y el culto a la Pachamama fue oscurecido y desplazado
por Inti y Quilla, por Viracocha y los Hijos del Sol.
La religión antigua, dirigida a la Tierra, sobrevivió
en la veneración popular a las huacas, que eran las
expresiones locales de lo sagrado. Los incas admitían
esta supervivencia, controlada por ellos desde el Cuzco,
porque las raíces duales del pensamiento andino admitían
siempre la contraparte: lo alto y masculino podía tener
su contraparte baja y femenina. La admitían también
porque el culto oficial del Sol tenía un sentido elitista.
Correspondía propiamente a los hijos de Inti, no a los
simples hombres del pueblo.
Cuando
Pizarro mata a Atahualpa, cuando el Sol es derrotado
por el Dios de la Biblia, se produce un curioso fenómeno.
Por un lado, Inti es reemplazado con relativa facilidad
por el Dios cristiano, que también es varón y tiene
su dominio en los cielos. Pero no declinan junto con
el Sol las antiguas divinidades locales sino que, por
el contrario, ellas recuperan su preeminencia.
Dos
documentos nos muestran ejemplarmente este fortalecimiento
de las huacas en el siglo XVI. Uno de ellos es el de
los testimonios de los indígenas de la zona de Huarochiri
recogidos por el cura “Extirpador de Idolatrías” Francisco
de Ávila. El otro es el de los Informes acerca del movimiento
místico del Taki Onqoy, recogidos por el cura Cristóbal
de Albornoz, quien fue el principal represor de este
movimiento de fe que tuvo su epicentro en la zona de
Huamango.
Resulta
significativo este hecho de que, salvo algunas excepciones
como las del mito del Incarri, no haya sido el culto
de los incas el que reaparece sino los que tenían vigencia
desde antes de la imposición de la supremacía de Inti.
El Pachacuti que anunciaban las sacerdotisas del Taki
Onqoy, por el cual se iba a invertir el orden del mundo
y las huacas de la Tierra se impondrían sobre los europeos
y su Dios, también desplazó a la religión estelar y
varonil que enseñaron los incas.
Pero
este retorno de las huacas era solo el anuncio de un
cambio aún más profundo y decisivo: el retorno del culto
a la gran madre. De las profundidades de la más antigua
historia americana, reaparece el culto a la Pachamama.
Aunque
de modo latente y encubierto estaba presente, pocas
noticias de ella hallamos en la historia más reciente
del Ande. No aparece en los ceques (lineas de adoratorios
que partían del Cuzco) y apenas una huaca cercana al
Cuzco llevaba el nombre de Pachamama, un llano del Antisuyu,
según cuenta Cobo en su “Historia del Nuevo Mundo”.
Garcilazo
de la Vega nos da una pista acerca de la escasa presencia
de la Pachamama en tiempos de los incas , al indicarnos
que se la veneraba como Pachacamac, “Entendían los indios,
con lumbre natural, que se debía dar gracias y hacer
alguna ofrenda a Pachacamac, dios no conocido, que aquellos
adoraban mentalmente, por haberles ayudado en aquel
trabajo. Y así luego que habían subido la cuesta, se
descargaban y, alzando los ojos al cielo y bajándolos
al suelo, repetían dos, tres veces el dativo apachecta
y, en ofrenda, se tiraban de las cejas y, que arrancasen
un pelo o no, lo soplaban hacia el cielo, y echaban
la yerba llamada cuca (coca) que llevaban en la boca,
que ellos tanto aprecian. .. a falta de cosas mejor,
ofrecían algún palillo o alguna pajuela, o un guijarro,
o un puñado de tierra. De estas ofrendas habían grandes
montones en las cumbres de las cuestas. No miraban al
Sol cuando hacían aquellas ceremonias, porque no era
adoración a él, sino a Pachacamac, y las ofrendas, mas
eran señales de sus afectos que ofrendas. Estas ofrendas
las hacían los que iban cargados, y no los descargados.”
(Comentarios Reales, Cap IV pag. 88)
Para
comprender el significado de lo que nos cuenta Garcilazo
debemos volver un poco atrás: Pachacamac también proviene
de la religión preincaica. Es un dios de la atmósfera
que en algunos mitos antiguos aparece fecundando a la
Pachamama. Lo que sucedió es que en tiempos de los incas
estos asignaron a todas las divinidades arcaicas el
“lugar de abajo” (hurin pacha), en oposición a Inti
y los dioses incaicos, que estaban en las alturas (hanan
pacha). De este modo, convirtieron a Pachacamac en una
divinidad eminentemente femenina, de las tierras bajas
de la costa. En este esquema es que su nombre llegó
a sustituir transitoriamente al de Pachamama (confundiendo
también al inca Gracilazo, poco instruido en la vieja
religión ).
A
pesar de que en el incario Pachacamac se transforma,
y se invierte su lugar en la estructura del cosmos,
en los mitos antiguos es un dios de la altura, masculino.
En
ellos este dios de la atmósfera se entrega a la diosa
de la Tierra. Perece en ella al fecundarla.
Este
hecho nos revela la prioridad de lo femenino telúrico
respecto a lo celestial. No solo porque la gran madre
sobrevive a su esposo sino porque de esta unión nacerán
los dioses del cielo.
Para
mostrar esto que venimos diciendo, transcribimos a continuación
un mito arcaico, recogido a comienzos de siglo por el
padre Villar Córdoba, que cuenta la cópula sagrada entre
Pachamama y Pachacamac, de la cual nacen los que serán
el Sol y las estrellas
El
mito de Pachamama-Pachacamac engendrando al Sol
y los astros
Pachacamac,
dios del cielo, se unió a Pachamama y de esta
unión nacieron los gemelos llamados Wilka, varón
y hembra. Como en otros mitos andinos, murió el
padre, desapareció en el mar o se encantó en una
de las islas del litoral.
Quedose
viuda la diosa Tierra, sola con sus hijos y reinaba
la oscuridad en la soledad de la noche. A lo lejos
vieron una luz situada en un distante picacho
y se dirigieron hacia las vacilantes llamas. Salieron
de Kappur por las fragosidades de Gasgachin de
la quebrada de Arma, y en el camino monstruos
temibles los acechaban. Al pasar por la laguna
de Rihuacocha bebieron de sus aguas y siguieron
adelante.
Por
último llegaron a una cueva conocida con el nombre
de Waconpahuin en el cerro de Reponge, habitada
por un hombre semidesnudo llamado Wakon. En el
fuego hervían unas papas en una olla de piedra
y, dirigiéndose a los niños, Wakon pidió fuesen
a una fuente a traer agua, pero el cántaro que
les dio estaba rajado y por esa causa los niños
tardaron en regresar a la cueva.
Durante
la ausencia de los mellizos, Wakon intentó seducir
a Pachamama y, al no lograrlo, la mató y devoró
parte de su cuerpo, guardando los restos en una
olla.
Al
regresar los gemelos preguntaron por su madre
y Wakon les dijo que no tardaría en volver, pero
los días pasaban sin que apareciera.
Huaychau,
ave que anuncia la salida del sol, se compadeció
de los niños y les contó la suerte de su madre
y el peligro que corrían de continuar con Wakon.
Les aconsejó ir a la cueva de Yagamachay, lugar
donde estaba durmiendo Wakon y, aprovechando de
su sueño, atarlo de los cabellos a una gran piedra
y escapar rápidamente, hecho que cumplieron los
mellizos.
En
su huida los hermanos encontraron a Añas, la zorra
que les preguntó donde corrían y al enterarse
de sus cuitas les escondió en su madriguera. Mientras
tanto despertó Wakon y, después de desatarse de
la guanca o piedra, partió en busca de los mellizos.
Por
el camino topó con un puma, un cóndor y una serpiente
o amaru, pero no supieron decirle donde se hallaban
los niños. Después se cruzó con Añas, la zorra,
que astutamente le aconsejó subir a un empinado
cerro y desde allí cantar imitando la voz de la
madre para que los pequeños fuesen hacia el cerro.
Apresurado
se marchó Wakon, sin darse cuenta que Añas le
había tendido una trampa, y al pisar la piedra
cayó al abismo. Su muerte causó un violento terremoto.
Los
mellizos permanecieron con Añas, pero hastiados
de alimentarse solo con su sangre, le pidieron
ir al campo a recoger unas papas. Allí encontraron
una Oca (Oxalis Tuberosa) en forma de muñeca y
al jugar con ella se partió en pedazos. Lloraron
los niños por la pérdida del juguete y por fin
se quedaron dormidos.
Al
despertar la niña contó su sueño a su hermano
y como ella lanzaba su sombrero al aire y allí
quedaba, y lo mismo sucedía con su ropa. Mientras
los niños se preguntaban por el significado, vieron
bajar del cielo una larga soga. Sorprendidos,
consultaron entre ellos y decidieron trepar por
la cuerda y ver donde les conducía. Subieron y
subieron y llegaron al cielo donde hallaron a
Pachacamac que se había apiadado por sus desventuras.
Reunidos
con su padre, fueron convertidos el niño en el
Sol y la niña en la Luna. En cuanto a Pachamama
quedó para siempre bajo la forma de un imponente
nevado llamado hasta hoy día La Viuda. (Villar
Córdoba, 1933 - Rostworoski 1991)
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Podemos
ver en esta hierogamia una de las características comunes
a la generalidad de los mitos arcaicos que relatan el
matrimonio entre el dios de la atmósfera y la diosa
de la tierra: El primero muere, desaparece o es absorbido
por la segunda.
El
mito muestra la prioridad de la diosa. El varón aparece
fugazmente, y solo para fecundarla. Ella queda sola
al final en una realidad de signo enteramente maternal.
La
misma concepción esencial hallamos en el mito de Vichama.
Aquí la mujer queda sola al comenzar el relato, su hombre
ha muerto. Fecundada por el Sol tiene un hijo, que es
sacrificado por su hermano Pachacamac (la noche) dando
origen a las plantas alimenticias.
De
nuevo la Madre es fecundada y nace Vichama (el día)
que, imitando a su padre se echa a andar por el mundo
dejando a la madre abandonada. Aprovechando su ausencia,
Pachacamac sacrifica a la madre, que ya es vieja, partiéndola
en trocitos.
Al
regresar Vichama reconstruye a la mujer y la resucita.
Enojado, busca castigar el crimen cometido contra ella.
Pachacámac se sumerge en el Mar y Vichama vuelca su
ira contra los hombres de su pueblo, (Vegueta, cerca
de Guaura) asolando el valle y convirtiéndolos en piedras.
(Krickeberg 1980, 167 y sig.)
En
este mito la Pachamama no tiene nombre, es solo la madre,
que ocupa el lugar primero y central. La vida y la muerte
giran alrededor de ella.
La
dualidad, (que en el incario se vuelve artificial hasta
aparecer como varón-varón, convirtiéndose en tríada
con el elemento femenino), se nos muestra aquí en su
versión originaria femenino (Tierra) - Masculino (Sol)
y luego Noche (Pachacamac) y Día (Vichama).
El
movimiento de la dualidad se vuelve sacrifical, los
seres mueren para que renazcan sus opuestos. El hijo
del Sol es su opuesto, la oscuridad nocturna; de la
muerte del primogénito de la Tierra provienen los frutos
que dan vida a los humanos y animales. La noche y el
día y la misma Tierra mueren uno para el otro.
Estos
antiguos mitos nos indican que en algún antiguo momento
de las concepciones del Ande las estructuras jerárquicas
no eran la clave de ordenacimiento de lo real sino las
alternancias de la dualidad.
Y
finalmente la enseñanza, en la ira de Vichama: Los humanos
y todos los seres vivos deben cuidar a la Madre Tierra.
Si no lo hacen esta se convierte en desierto y ellos
en piedras.
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