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      Una fake news al desnudo

      Alberto Fernández está convencido que en Bolivia no hubo fraude como lo afirmó la OEA, que auditó los resultados de esos comicios por pedido de Evo Morales. Para decir lo que dijo, el Presidente se basó en un informe del prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT, en sus siglas en inglés) publicado en The Washington Post. Super bingo: la investigación que dejaba en ridículo la auditoría de la OEA provenía de un reputadísimo organismo que tiene en su currículum, por ejemplo, que 76 premios Nobel se han graduado allí. Y el informe fue recogido por el diario que, entre otros impactos periodísticos, provocó la primera renuncia de un presidente norteamericano por su investigación en el caso Watergate. Se trata de Richard Nixon, quien recién había sido reelecto, había firmado la paz con Vietnam, poniendo fin a una guerra atroz, y había recompuesto las relaciones con la China de Mao Tse Tung.

      El informe, entonces, estaba sostenido en esos dos pilares de credibilidad.

      Fernández no pudo resistir a la tentación de subirse a ese escenario y ratificó creencia de que la OEA, con su auditoría, había participado en el “golpe” contra Morales, el ex presidente boliviano refugiado aquí pero que cuando necesita atención médica se va a La Habana, Cuba, quizá para preservar el secreto de su tratamiento. Y de sus charlas en la isla.

      De paso, el Presidente aprovechó para castigar las aspiraciones de Luis Almagro, el uruguayo que está al frente de la OEA y que busca, con el apoyo de EE.UU., ser reelecto. Argentina se opone a esa reelección pero tiene un problema: los adversarios de Almagro no parecen, hasta ahora, tener los votos necesarios para desplazarlo.

      De lo que ahora se sabe es falso que el MIT haya sostenido que Morales tenía la diferencia necesaria para ser reelecto en Bolivia. Dos investigadores de ese Instituto -John Curiel y Jack Williams- hicieron un trabajo sobre las elecciones bolivianas para un “Center for Economic and Politicy Research”, que fue colgado en un blog del The Washington Post llamado Monkey Cage. El diario no había publicado nada ni se responsabiliza de ese posteo. Todo era distinto a lo que se dijo: ni el MIT exculpaba a Morales de la posible trampa, sino que fueron dos científicos que trabajan para un centro que codirige Mark Weisbrot, un economista chavista los que lo hicieron, ni tampoco The Washington Post le dio la veracidad que el Presidente dijo que le había otorgado al informe.

      Ahora está claro que fue una de las tantas maniobras que los políticos realizan para falsear la realidad y llevar a agua a su molino, una ya clásica fake news, redenominación de lo que antes se llamaba “carne podrida” en el léxico periodístico local. La OEA ratificó su acusación sobre el fraude de Morales.

      Lo más grave fue que algún cortesano influyente en la Rosada haya embarcado al Presidente en esta empresa de dar legitimidad a esta operación, usando el prestigio del MIT y del diario norteamericano para sostener el informe. ¿El objetivo? Influir en la interna de la OEA contra Almagro. Y ayudar a Evo, de paso.

      Algo parecido se intentó durante el gobierno de Cristina. Utilizando algunos posteos de lectores en los foros de Clarín, se buscó acusar a los periodistas de este diario de tener posiciones antisemitas. Un gran disparate.

      El promotor de esa operación fue el entonces canciller Héctor Timerman. Rápidamente, la maniobra quedó al desnudo. Como ahora.

      No fue el MIT ni The Washington Post: una maniobra alentada por un lobbista de Maduro.


      Sobre la firma

      Ricardo Kirschbaum
      Ricardo Kirschbaum

      Editor General de Clarín rkirschbaum@clarin.com