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Jamás botar la toalla

No es lo mismo perder una guerra que perder una batalla. Hay que esperar al final. Casi no hay victoriosos que no hayan perdido antes algunas. Ante el fracaso de la alianza electoral de Ciudadanos por la Libertad (CxL) y Partido Restauración Democrática (PRD), algunos han ignorado esta verdad. Enojados, y pensando que todo se ha perdido, se han empeñado en culpar a unos y otros o, genéricamente, a la clase política.

Es un error y uno muy dañino. Error porque no es cierto, como se ha explicado, que se haya sepultado el proyecto de unidad. Aún puede lograrse de hecho lo que no se logró de derecho. Puede salir un candidato al que se plieguen todos. (Sin santo no hay procesión). Puede también persistir la división, pero lograr que la casilla con el candidato de mayor arrastre aglutine el voto mayoritario: que se produzca la búsqueda del voto útil, donde quienes no se suman pueden quedar reducidos a la insignificancia. Y es un error dañino, porque le hace el juego a Ortega al sembrar desmoralización y golpear el prestigio de los principales líderes y fuerzas opositoras.

El enojo y los reproches a los dirigentes son entendibles. Había muchas esperanzas en forjar una alianza electoral. Y es cierto que la mayor responsabilidad cae en ellos. Pero es importante comprender la complejidad de los asuntos que tenían que conciliar y de las grandes dificultades que enfrentaban, no solo de cara a sus interlocutores sino de sus propias bases que, por regla general, son más exigentes. Es injusto endilgarles a todos el apelativo de antipatriotas u oportunistas mezquinos. Egoísmos y sectarismos los hay en todos los grupos humanos y la gente de la Alianza Cívica (AC) y la Coalición no son la excepción. Pero hay también entre ellos muchos con probadas dosis de patriotismo y entrega; varios que han tenido que soportar amenazas, golpes, sitios a sus viviendas y confiscaciones arbitrarias. Si no pudieron unirse ahorita es, en cierta medida, porque había muchos temas complejos a resolver, como por ejemplo el caso de las diputaciones, y el gobierno, con mucha astucia, les acortó de tajo el tiempo para lograrlo.

Es pues importante no caer en la tentación de culpar. Hay que esperar. No ser jueces severos que desde sus cómodas butacas contemplan a los gladiadores. Como bien lo explicó el doctor Carlos Tünnermann, ambas partes, la AC y la Coalición Nacional (CN), cometieron errores. Pero ni uno es necesariamente más culpable que el otro. Procurar que uno lo sea, además de injusto es contraproducente. La batalla electoral contra la dictadura tendrá que ser a lomo de uno de los dos caballos inscritos: CxL o PRD. No hay de otra. Y mal harían quienes torpedeen a uno de los dos. Pues llegará el momento en que habrá que canalizar todas las energías hacia el que ofrezca mayores perspectivas de victoria, aunque no sea el santo o el grupo de nuestra devoción. Culpar o descalificar a sus dirigentes es debilitar de antemano al vehículo que podría llevarnos a la victoria.

En el camino por recorrer la prioridad más importante será buscar el santo que acarree la procesión más grande y que los demás aspirantes se le plieguen. Para esto serán indispensables las encuestas o medios similares que ausculten el sentir popular —no el de las elites—. Uno puede pensar que conviene más a la nación un candidato con X o Y atributos. Pero en una democracia, nos guste o no, los líderes que resultan electos no son necesariamente los más sabios sino quienes, en la percepción falible del pueblo, mejor representan sus intereses.

También no hay que perder de vista que la lucha no termina en noviembre. Ortega tratará, por todos los medios, de robarse las elecciones. Pero si el pueblo participa en masa, en vez de abstenerse, y si a oposición logra fiscalizar las mesas electorales, el costo político que pagará el tirano lo debilitará mucho para las jornadas que vienen después. Es una pelea a varios rounds donde ganaremos, de seguro, si no botamos la toalla.

El autor es sociólogo e historiador. Autor del libro En busca de la tierra prometida. Historia de Nicaragua 1492-2019.

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