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Cándida Brenes Romero, madre de la adolescente fallecida tras labor de parto, habla sobre la muerte de su hija

La historia detrás de la tragedia: la muerte de la adolescente de 13 años tras salir de labor de parto, en Laguna de Perlas

E. L. tenía 12 años cuando un hombre de 18 se la llevó de su casa. A los 13 la embarazó y ella tuvo que regresar a vivir con su madre en una comunidad de Pueblo Nuevo, municipio de Laguna de Perlas. Ahí murió el pasado 30 de julio tras dar a luz a una bebé

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“Todo va a salir bien”, fueron las últimas palabras que le dijo Cándida Brenes Romero a su hija cuando esta entró a la sala de parto del hospital de Laguna de Perlas. “No se aflija, que esto es normal, le dije, soporte los dolores como toda una mujer. Usted puede”, le expresó la madre. Pero su hija E. L. B. D. no era una mujer, sino una adolescente de 13 años que murió luego de parir a una bebé el reciente 30 de julio.

A pesar de sus palabras, en el fondo Cándida también estaba afligida. Según cuenta, el personal médico de la unidad de salud de Laguna de Perlas, Costa Caribe Sur de Nicaragua, no le ponía atención a su hija. “Me dijeron (los médicos): ‘¿viene con dolor?’. ‘Sí, desde la madrugada’, les dije. Un doctor Manuel la revisó y dijo: ‘va a parir de aquí a las 12’ (del mediodía)'”, relata Brenes Romero. Señala que su hija hasta se cayó de la cama en medio de las contracciones, pero el personal de salud ni se inmutó.

A las 2:35 de la tarde, una hora después de haber dado a luz a su bebé, la adolescente murió desangrada en la camilla de la sala del centro asistencial. A Cándida le entregaron el cuerpo de su hija, y a su nieta la remitieron al hospital de Bluefields. “La niña nació bien, pero le dio un bajón de azúcar porque no había comido nada y se la llevaron”.

De acuerdo con Cándida, su hija tuvo un parto vaginal normal. La bebé nació sana a la 1:25 de la tarde del 30 de julio. Sin embargo, una hora y diez minutos después del parto, la adolescente falleció por hemorragia severa debido a un desgarro uterino en la unidad de salud. Su madre no entiende por qué los médicos no actuaron diligentemente.

Momento en que Brenes Romero contempla el cuerpo de su hija, en la unidad de salud de Laguna de Perlas. LA PRENSA/CORTESÍA

“Cuando la niña venía naciendo, el doctor le pasó un tijerazo y le metió cuatro dedos (en la vagina de la adolescente) y le jaló la cabecita a la niña, (al salir la bebé) el doctor nuevamente le metió la mano y dijo que la estaba tanteando, yo no les entendí… Al sacar su mano mi hija se soltó en sangre”, relata Cándida.

“Yo digo que se lentearon (demoraron) porque a ella le pusieron el oxígeno hasta cuando estaba agonizando, ya nada había que hacer. Una hora después de parir, falleció a las 2:35 (de la tarde)”, agrega.

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Aunque la bebé nació sin complicaciones fue trasladada al hospital de Bluefields, donde permanece hasta este jueves 5 de agosto. Ahí también había llegado su madre embarazada, un jueves atrás —el 29 de julio— buscando atención médica en el hospital de la cabecera regional, pero de ahí la devolvieron aduciendo que todo estaba normal y que aún no era su tiempo de parir.

Cándida Brenes Romero al momento de salir de la sala de neonato, la mañana de este martes, en el hospital de Bluefields. LA PRENSA/CORTESÍA

Cronología de una muerte

Según el ultrasonido, la fecha probable de parto para la adolescente E. L. era el 11 de agosto, pero la partera de La Quinta, comunidad de la que son originarias, la había revisado un par de veces —cuando no pudieron moverse hasta Laguna de Perlas— y le había advertido que su bebé podría nacer el 30 de agosto.

“La doctora de Pueblo Nuevo me la quería mucho, la doctora Torres, yo le tengo mucho agradecimiento, ella le dijo: ‘voy a mandarte a Bluefields porque es un caso de emergencia, allá hay facilidades. Así que vos y tu mamá se van para Bluefields'”, relata Cándida.

El jueves 29 de julio salieron temprano para Bluefields. Una hora a caballo sorteando el lodazal y el mal tiempo, desde La Quinta hasta Pueblo Nuevo. “De Pueblo Nuevo la mandó la doctora para acá a Bluefields, pero ese mismo jueves la sacaron, el jueves la mandaron de regreso a Laguna de Perlas”, relata la madre.

Ese jueves en el Hospital Regional Ernesto Sequeira Blanco, de Bluefields, luego de las preguntas de rutina, hacerle un chequeo rápido y tomar un par de anotaciones las dejaron esperando. Más tarde apareció una enfermera.

Alístense que ya están de alta les informó.
Ya estamos listas respondió Cándida, hablando en nombre de ambas,porque su hija estaba recostada reposando.
Pero no te veo lista, ahí estás acostada refutó la mujer y se fue del cuarto.

“Como yo soy así, como usted me ve, yo no le dije nada, pero no eran los modos”, cuenta Cándida, una mujer de 40 años, bajita de estatura, sencilla en su apariencia, pero también en la forma franca y fluida con la que se expresa. Entonces se incorporó, recogió las sábanas que estaban usando y agarró a su hija para salir del lugar. “Una chavala nos dio la ambulancia y nos fueron a dejar hasta el muelle (de Bluefields). Nos fuimos a Laguna de Perlas. Llegamos a las seis de la tarde”.

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Ir y venir en panga “con el agua picada”, las corrientes en este tiempo se agitan debido a los fuertes vientos en la zona. Tres horas de ida y tres de regreso, aún cargando la barriga de nueve meses a sus trece años de edad. Sin opción donde quedarse, agarraron el camino a Pueblo Nuevo y ahí durmieron. E. L. no estaba en condiciones de volver a cabalgar bajo la noche y sobre el lodazal durante una hora para poder regresar a su casa en la comunidad La Quinta.

A la una de la madrugada del viernes 30 de julio empezaron los dolores de parto, que soportó junto a su madre hasta el amanecer. “Hija, lo siento, pero nos vamos al hospital”, le dijo Cándida y a las siete de la mañana ya estaban en Laguna de Perlas. “Suficiente aguantó”, reconoce.

Un día después del parto y la muerte, el Ministerio de Salud publicó el reporte de mortalidad materna en Laguna de Perlas, RACCS, en el que informó lo siguiente: “Este 30 de julio 2021, falleció E. L. B. D. (omitimos el nombre que fue publicado por el Minsa) de 13 años de edad, originaria de la Comunidad La Quinta, del municipio de Laguna de Perlas, se atendió parto vaginal, a la 1:25 p.m., nació bebé de sexo femenino, con buen llanto y peso de 3,000 gramos. Presentando posterior al alumbramiento, sangrado abundante, se aplican medidas para controlar la hemorragia, entró en shock severo, declarándose fallecida a las 2:30 p.m. Causa de muerte: Shock hipovolémico, secundario a hemorragia posparto por desgarro uterino más atonía uterina”.

Fue lo único que las autoridades dijeron. No hablaron más de E. L., ni de su bebé, ni de su madre, Cándida, quien aún aguarda en Bluefields a que le den de alta a su nieta. “Puedo decir que es mi propia hija, ya no tengo esperanza de que su madre la va a cuidar, sino que yo la voy a criar como mi propia hija…”, alcanza a decir antes de detenerse en seco porque la sofoca el llanto contenido.

En el reporte oficial no reconocieron que el embarazo de E. L. fue el resultado de una violación, de acuerdo con el Código Penal de Nicaragua, que dicta que toda relación sexual con una persona menor de 14 años —resulte o no embarazada—, y aun cuando ella declare o alegue su consentimiento, es catalogado como delito de violación. El mayor de edad que haya sostenido relaciones carnales con niña, niño o adolescente debe ser denunciado, procesado y pagar una pena en prisión de 12 a 15 años.

La historia detrás de la tragedia

La adolescente cumpliría 14 años el próximo 14 de octubre. Culminó el cuarto grado de primaria y vivía junto a su madre en la comunidad La Quinta, vecina de Pueblo Nuevo, municipio de Laguna de Perlas, Costa Caribe Sur. Era la menor de cinco hijas e hijos que tuvo Cándida.

A inicios del 2020, cuando era una niña de 12 años, José Abel Soza, en ese entonces de 18 años, se declaró como su novio y meses después se la llevó a casa de sus padres. La madre lo cuenta como renegando de la relación entre su hija y José Soza, un joven adulto que la superaba en edad y experiencia, pero nunca menciona que se trate de una violación. Y es que en Nicaragua, sobre todo en zonas rurales, donde el Estado no provee de acceso a información, educación y justicia, la población no se refiere a violaciones en casos de niñas y adolescentes embarazadas; y con los años este tipo de abusos se ha normalizado.

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“Él se me la había llevado desde agosto de 2020, él tenía 18 en ese entonces. Después que ella se me había ido y a él lo agarraron, entonces él me la dejó abandonada. Yo la fui a buscar, le dije: ‘véngase hija, usted va a andar ambulante hasta que yo muera'”, relata Cándida.

José Soza, ahora de 19 años, permanece en prisión en Bluefields, pero no por la violación. Fue arrestado a finales del año pasado por herir de gravedad a un ciudadano, pero ya tenía antecedentes de violencia pública y agresiones. Tras el arresto, la adolescente regresó a la casa de su mamá. Ya tenía dos meses de embarazo.

“Durante su embarazo yo la cuidaba, pero ella cargaba agua, lavaba y yo le decía: ‘no lavés, no cargués agua, yo esa agua la puedo jalar’; (pero) yo nunca pude hacer que dejara de hacer eso”, cuenta la madre. “Es que yo te tengo lástima, cómo te voy a dejar ese trabajo solo a vos”, le decía la adolescente a su mamá, pero esta le respondía: “Usted no le ponga mente, yo soy su madre y tengo que velar por usted”.

A la espera del alta de su nieta

Ahora Cándida, ama de casa, y su compañero de vida, agricultor de subsistencia, velan por la bebé. Están en Bluefields a la espera de buenas noticias sobre el estado de salud. Ambos se harán cargo, pero no tienen cómo. Para poder salir de Bluefields y regresar a su comunidad, necesitan tomar dos lanchas, son dos pasajes que cuestan 175 córdobas por persona. Necesitan reunir 700 córdobas para el trasporte acuático, y luego buscar caballos que los lleven de Pueblo Nuevo hasta La Quinta, y ahí empezar de nuevo la crianza de la bebé con lo que tengan a mano.

“A la bebé le voy a dejar un nombre de los que la mamá le dejó escogido y un nombre de ella: se llamará Zeleydin Lilieth”, manifiesta con la voz quebrada Brenes Romero.

Embarazos forzados frecuentes

En las zonas rurales y remotas del país, como la comunidad Pueblo Nuevo, los casos de embarazos forzados en niñas y adolescentes son frecuentes pero traspasan las fronteras locales cuando ellas fallecen durante el proceso de gestación, parto o posparto, tal y como sucedió con E. L.

En Nicaragua —desde octubre de 2006, previo a las elecciones presidenciales en las que Daniel Ortega regresó al poder— la Asamblea Nacional aprobó la reforma al Código Penal en la que eliminó el artículo 165, que contemplaba la figura del aborto terapéutico, quedando prohibida, ilegal y penalizada con cárcel cualquier forma de interrupción del embarazo, aun cuando esté en riesgo la vida de la madre, sea un embarazo inviable, haya sido producto de violación o se trate de una menor de edad.

En Nicaragua, mandata el Estado, las mujeres, adolescentes y niñas tienen que parir en cualquier circunstancia.

Reymundo Jarquín Hernández, coordinador de la directiva comunal de Pueblo Nuevo, reconoce que en la comunidad se dan casos de embarazos en menores que dan a luz, “pero gracias a Dios no se había dado ese problema, que falleciera”, dice en forma de consuelo.

Escuchar a Jarquín Hernández da la impresión que estos tipos de casos se toman con normalidad en su comunidad, donde las familias no cuentan ni con una estación de Policía adonde acudir, menos se habla de abusos y violaciones. Las pocas denuncias que se realizan son remitidas a Laguna de Perlas, donde es común que las autoridades no resuelvan.

El líder comunal asegura que “como hemos estado alejados de las autoridades, pasan las cosas y no pasa más nada, incluso en las comunidades han habido tantas cosas a menores, pero no pasa nada, todo se queda así”.

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